ECOS DEL EVANGELIO

Promesa de revelación. Tiene que suceder

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Par André Myre

ECOS DEL EVANGELIO

14 noviembre 2023

Foto por Júlia Borges / Unsplash

Los dos versículos que siguen abren la tercera y última parte de la Fuente. Parece que los redactores del documento no tuvieron tiempo de estructurar el texto tan bien como lo habían hecho hasta ahora, y que nos han dejado el material que tenían a su disposición, ordenado mínimamente.

He titulado esta sección “Hacia el esclarecimiento”, basándome en el contenido de la perícopa de apertura (Q 12,2-3):

 

Q 12,2 No hay nada oculto que no será revelado,

ni nada oculto que no se sabrá.

3 Lo que les digo en la oscuridad, díganlo en plena luz,

y lo que oigan en sus oídos, proclámenlo a los cuatro vientos.

 

Estos versículos son más densos y significativos de lo que parecen en una primera lectura.

1. La primera confirma con confianza una frágil esperanza que sólo se solidifica con la reflexión y el paso del tiempo. Las dos partes de la frase son paralelas y formulan la misma idea utilizando términos diferentes: mientras que en el presente experimentamos una realidad velada y oculta, en el futuro descubriremos la realidad del esclarecimiento y el conocimiento. Lo que hay que ver es que la experiencia de la que habla la Fuente se viene repitiendo desde tiempos inmemoriales.

Los seres humanos han vivido, viven y seguirán viviendo en una burbuja de ilusiones y mentiras, de palabras no dichas y oscuridad, de ignorancia y misterio. Existe, por supuesto, el hecho de que el sistema siempre ha sido opaco y siempre ha disimulado el Significado. Vive para sí mismo, poniendo el planeta y la humanidad a su servicio, mientras los destruye desde dentro. Los muros que levanta son impenetrables, y los problemas que crea son insolubles, siempre, todo el tiempo, en todas partes, en todos los campos.

Por ejemplo, se gastan enormes sumas de dinero en la guerra, pero misteriosamente nunca hay dinero para eliminar la pobreza. Las fuerzas que, fuera de los focos, manejan el destino de la humanidad nunca permiten que las riquezas del planeta se distribuyan equitativamente entre las naciones, y que una vida justa, digna, feliz y pacífica sea posible en todas partes, para todos.

Veamos más de cerca la situación actual: ¿quién puede entender que asesinar a unas decenas de niños mirándolos a los ojos sea algo tan horrible como para hacer volar, desde los cielos, a cinco mil de ellos, sin verlos y con la complaciente aquiescencia de los poderosos, para quienes despedazar a los niños es “defenderse”? ¿Quién puede aceptar que se haya ocultado la situación que permitió que aflorara a la superficie la cólera desesperada que dio lugar a los primeros crímenes, y que se hayan ocultado las razones por las que los poderosos cedieron a la fría cólera que se expresa en la masacre que siguió?

Un día debemos ver con claridad, un día debemos saber lo que ahora se nos oculta. Y no se trata de un profundo e incomprensible “misterio” religioso. Tenemos que comprender cómo es que hemos tenido que vivir la única vida que tenemos disponible siendo los juguetes de fuerzas ocultas que nos han impedido vivirla con dignidad, felizmente, colectivamente, en un planeta sano.

Está el sistema, pero también está la burbuja personal en la que cada ser humano vive su vida. Por supuesto, sabemos muchas cosas, y cuando no sabemos, basta un clic en la Web y aparece la respuesta. Claro, excepto cuando se trata de “asuntos de verdad “. Porque, ¿qué ser humano sabe quién es y qué es realmente? ¿Quién puede ver con claridad dónde se sitúa su vida en el gran proyecto -si es que existe tal cosa…?

Permítanme hablar en primera persona: llevo cincuenta y cinco años enseñando y escribiendo, y sigo haciéndolo. Sin embargo, desconozco la naturaleza del dinamismo que en lo más profundo de mí me impulsa a hacerlo; no sé si tiene sentido; y si lo tiene, de qué se trata; y a qué propósito ha servido; y qué efecto han tenido estas palabras en la conciencia de quienes me han leído o escuchado; y si, al final, mi paso por la humanidad habrá sido positivo. Para mí, esto es algo oculto y velado. Y estoy convencido de que vivo la condición humana a mi manera. Y me digo que es necesario saberlo. Por eso me hace mucho bien la serena seguridad de mi hermano -o hermana- que escribió el primer verso de la perícopa. Algún día lo sabremos. Tenemos que saberlo.

 

2. El segundo versículo me reconforta igualmente. En él, el redactor de la Fuente intenta dar cuenta de la razón de su seguridad. Y escribe su texto siguiendo el mismo modelo que el primero: dos partes paralelas que dicen lo mismo con palabras diferentes. Y es que, aunque viva dentro del mundo oscuro creado por el sistema, el escriba ve con claridad, y es una luz que ya está haciendo retroceder la oscuridad; y tiene palabras, escuchadas en el silencio de la interioridad, que probablemente tendrán un gran impacto.

Como dice a menudo el evangelio, todo esto es pequeño por el momento, pero tendrá un gran efecto. Hace mucho bien a los afligidos, pero molesta mucho al sistema, que prospera bajo un velo y en secreto. Por supuesto, las cosas vistas con claridad no levantan el velo; las palabras oídas en silencio no traspasan el misterio del Sentido. Pero sí nos hacen conscientes de una línea básica, un empuje que acecha en las profundidades de nuestro ser, una orientación llena de esperanza para el futuro. Un día sucederá lo que tiene que suceder.

Cuando esta serena seguridad, revelada por la perícopa, se transmite a quienes la leen, sus rostros se iluminan, la realidad del Sentido surte efecto, y el tiempo del velo y de la ignorancia se hace de pronto soportable. En cierto modo, lo que ha de suceder –tiene que suceder– ya está aquí.

 

ACERCA DE ANDRÉ MYRE

André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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